El león, Prometeo y el elefante

 

 

No dejaba un león de quejarse ante Prometeo diciéndole:

— Tu me hiciste bien fuerte y hermoso, dotado de mandíbulas con buenos colmillos y poderosas garras en las patas, y soy el más dominante de los animales. Sin embargo le tengo un gran temor al gallo.

 

— ¿ Por qué me acusas tan a la ligera? ¿ No estás satisfecho con todas las ventajas físicas que te he dado? Lo que flaquea es tu espíritu. — Replicó Prometeo.

 

Siguió el león deplorando su situación, juzgándose de pusilánime. Decidió entonces poner fin a su vida.

 

Se encontraba en esta situación cuando llegó el elefante, se saludaron y comenzaron a charlar. Observó el león que el elefante movía constantemente sus orejas, por lo que le preguntó la causa.

 

— ¿Ves ese minúsculo insecto que zumba a mi alrededor?–respondió el elefante –, pues si logra ingresar dentro de mi oído, estoy perdido.

 

Entonces se dijo el león: ¿No sería insensato dejarme morir, siendo yo mucho más fuerte y poderoso que el elefante, así como mucho más fuerte y poderoso es el gallo con el mosquito?

 

 

Muchas veces, muy pequeñas molestias nos hacen olvidar las grandezas que poseemos.

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