Los padres y los hijos
Un enjambre de pájaros metidos en jaula de metal guardó un cabrero y a cuidarlos voló desde el otero la pareja de padres afligidos. -Si aquí -dijo el pastor-, vienen unidos sus hijos a cuidar con tanto esmero, ver cómo cuidan a los padres quiero los hijos por amor y agradecidos-. Deja entre redes la pareja envuelta, la puerta abre el pastor del duro alambre, cierra a los padres, y a los hijos suelta. Huyó de los hijuelos el enjambre, y como en vano se esperó su vuelta, mató a los padres el dolor y el hambre.
Los hijos y los padres
Ni arrastrada un pastor llevar podía a una cabra infeliz que oía amante balar detrás al hijo, que, inconstante, marchar junto a la madre no quería. -¡Necio! -al pastor un sabio le decía-, al que llevas detrás, ponle delante; échate el hijo al hombro, y al instante la madre verás ir tras de la cría-. Tal consejo el pastor creyó sencillo, cogió la cría y se marchó corriendo llevando el animal sobre el hatillo. La cabra sin ramal los fue siguiendo, mas siguiendo tan cerca al cabritillo, que los pies por detrás le iba lamiendo.
El busto de nieve
De amor tentado un penitente un día, con nieve un busto de mujer formaba, y el cuerpo al busto con furor juntaba, templando el fuego que en su pecho ardía. Cuanto más con el busto el cuerpo unía, más la nieve con fuego se mezclaba, y de aquel santo el corazón se helaba, y el busto de mujer se deshacía. En tus luchas ¡oh amor de quien reniego! siempre se une el invierno y el estío, y si uno sin fe, quiere otro ciego. Así te pasa a ti, corazón mío, que uniendo ella su nieve con tu fuego, por matar de calor, mueres de frío.