Un Labrador colocó trampas en su terreno recién sembrado y capturó un número de grullas que venían a comerse las semillas. Pero entre ellas se encontraba una cigüeña, la cual se había fracturado una pata en la trampa y que insistentemente le rogaba al labrador le conservara la vida:
– Te ruego me liberes, amo – decía, – sólo por esta vez. Mi quebradura exaltará tu piedad, y además, yo no soy grulla, soy una cigüeña, un ave de excelente carácter, y soy muy buena hija. Mira también mis plumas, que no son como las de esas grullas.
El labrador riéndose dijo:
– Será todo como lo dices, pero yo sólo sé esto: Te capturé junto con estas ladronas, las grullas, y por lo tanto te corresponde morir junto con ellas.
Quien se asocia con el malvado, con él perece.
Y además…