Un caballo, orgulloso de su parafernalia fina, encontró un asno en la carretera.
El asno, que iba pesadamente cargado, caminaba despacio por el camino.
–Apenas–, dijo el caballo, –puedo yo resistir a darte una patada con mis talones, pues veo que solamente sirves para manejar cargas.
El asno mantuvo su paciencia, y sólo hizo una petición silenciosa a la justicia de los dioses.
No mucho tiempo después el caballo tuvo problemas de salud, y su dueño lo envió a trabajar a la granja.
El asno, viéndolo jalar una pesada carreta, así se mofó de él:
–¿Dónde, oh jactancioso, está ahora toda tu alegre parafernalia, y quién eres ahora reducido a la condición de cargador, a la que tan recientemente me trataste con desprecio?’
Nunca te mofes de una situación incómoda de tu prójimo, pues no sabes en que momento podrías estar igual o peor que él.