Las aves y las bestias se encontraban en guerra, y cada grupo era por turnos el vencedor. Un murciélago, temiendo los vaivenes inciertos de la lucha, siempre se aliaba al lado del que él sentía era el más fuerte en ese momento.
Cuando la paz fue proclamada, su conducta cambiante fue notoria para ambos combatientes. Por lo tanto, siendo condenado por cada grupo por su traición, fue conducido y señalado ante la luz del día, y de aquí en adelante se ocultó en escondrijos oscuros, volando siempre sólo por la noche.
Cuando otros están en disputa, lo mejor es mantenerse en la neutralidad, o aliarse sinceramente con solamente uno de los bandos, si compartes sus planteamientos.