Una pantera, por alguna desgracia, cayó en un hoyo. Varios pastores la descubrieron, y algunos lanzaron sobre ella palos y piedras, mientras que otros, movidos por la compasión hacia quien va a morir, y sabiendo que no podría hacerles ningún daño, le lanzaron algún alimento para prolongar su vida. Por la noche todos volvieron a casa, sin pensar en cualquier peligro, pero suponiendo que por la mañana la encontrarían muerta.
La pantera, sin embargo, habiendo recuperado su fuerza, se liberó con un repentino salto del hoyo, y se apresuró a su guarida con pasos rápidos.
Después de unos días ella regresó y mató al ganado, y, matando también a los pastores que la habían atacado, rugió con enojada furia.
Entonces aquellos que le habían salvado su vida, temiendo por su seguridad, le ofrecieron sus animales y pidieron sólo que les respetara sus vidas. La Pantera les dio esta respuesta:
–Recuerdo tanto a aquellos que buscaron terminar mi vida con palos y piedras, como a aquellos que me dieron el alimento con su buena voluntad, por lo tanto, dejen sus temores. Vuelvo como una enemiga sólo con los que me hirieron.–
El mal que se hace, tarde o temprano, regresa a su autor.