Viendo a un buey trabajando, una becerra que sólo descansaba y comía, se condolió de su suerte, alegrándose de la de ella.
Pero llegó el día de una solemnidad religiosa, y mientras al buey se le hacía a un lado, cogieron a la becerra para sacrificarla.
Viendo lo sucedido, el buey sonriendo dijo:
— Mira becerra, ya sabes por qué tú no tenías que trabajar:
¡es que estabas reservada para el sacrificio!
No te ufanes de la ociosidad, pues nunca sabes que mal trae oculto.