La Luna que se apagaba

[vc_row][vc_column css=».vc_custom_1502529981371{margin-top: 0px !important;padding-top: 0px !important;padding-right: 35px !important;}» offset=»vc_col-lg-9 vc_col-md-12″][vc_column_text]dibujo de luna y niñosUna vez al mes Isabella dormía en el jardin de su casa, en la tienda de campaña que su papá usaba los fines de semana cuando iba de pesca.

Para Isabella era una gran aventura organizar lo que para ella era su propia casita, con su cama, sus utensilios de cocina y sus muñecas.

Siempre invitaba a Bianca, su mejor amiguita.

Una noche, Isabella y Bianca,se sentaron en sus sillitas de campamento a dormir a sus bebés y a tomar el té con sus tazas de juguete.

Era una noche despejada y la luna emitia mucha luz, tanta, que toda la tienda de campaña y la casa de Isabella estaban muy iluminadas.

Ambas contemplaron la luna y las estrellas con alegría.

Pero de pronto, la luz de la luna desapareció.

Ambas pensaron que una gran cantidad de nubes se estaban trasladando de un lugar a otro y momentaneamente habían tapado la luna.

Pero los minutos pasaban e Isabella y Bianca seguían La Luna que se apagaba sumidas en la obscuridad con los ojos muy abiertos.

Fué entonces cuando a lo lejos, vieron que de la ventana de una casa, salía una intensa luz, parecida a la de la luna.

Entonces entraron a la tienda de campaña, se pusieron sus botas y sus chaquetas y comenzaron a caminar guiandose por la misteriosa luz.

Cuando llegaron a la casa desde la cual provenía aquella intensa luz, sin hacer ruido alguno, se asomaron cuidadosamente por la ventana, y recibieron una gran sorpresa.

La luna se encontraba cómodamente sentada en un gran sofá, tomando un vaso de leche y comiendo un pedazo de pastel.

Frente a ella, una preciosa niñita que llevaba dos trenzas con sendos lazos blancos y una vaporosa bata de casa, de vuelos de color rosado y blanco y zapatillas a juego.

Las dos reían y conversaban animadamente, y la luna tan tranquila, sin percatarse de que una mitad del planeta tierra se encontraba en la obscuridad total debido a su ausencia.

Isabella y Bianca no podían creer lo que veían, y decidieron que tenían que hacer regresar a la luna al cielo lo antes posible.

Si la luna decidía visitar cada día a su amiguita, ya no podrían ver su bella luz nunca más brillar allá a lo lejos.

¿Quién iluminaría los lagos y los mares en la noche?

¿Quién acompañaría a las personas caminando hacía sus hogares al salir de sus trabajos?
¿Quién arrullaría el sueño de los animalitos en el bosque?

Agachaditas bajo la ventana, las dos amiguitas decidieron atraer la atención de la luna.

Luna? dijo Bianca.
Dónde estás? preguntó Isabella.
No podemos ver nada sin ti. dijo Bianca.
Porqué te escondes? preguntó Isabella.

En eso, la luna se asomó por la ventana, y preguntó:

Quien me habla?

Nosotras querida luna. Estamos preocupadas porque te has escondido y nos hemos quedado sin tu luz.

La luna rió y rió dulcemente, antes de contestarles.

No queridas niñas, yo nunca dejaría de darles mi luz.
Pero por si no lo saben, yo no tengo luz propia. Mi luz me la brinda el sol.

Y si me quedara mucho tiempo aquí y no regresara al cielo, la luz que ahora tengo se acabaría poco a poco. Yo necesito al sol para brillar como él.

Hoy vine a visitar a Patricia porque desde hacía muchos días ella me observaba y me hablaba desde su ventana, y yo además de iluminar, hago felices a muchas personas que me hablan y me admiran desde abajo.

Pero ya ustedes deben irse a la cama al igual que Patricia. Yo también debo marcharme.

Esperen a que suba al cielo para guiar su camino de regreso a casa.

– Hasta pronto Patricia!
– Hasta pronto lunita, visitame cuando puedas.Dijo Patricia.
– Hasta pronto Isabella y Bianca, a ustedes también
– las visitaré algún día.
– Adiós luna, contestaron las dos.

Las tres niñitas vieron a la luna subir rapidamente y en unos minutos ya toda la ciudad estaba de nuevo iluminada.

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