El cuento de las manzanas de caramelo

[vc_row][vc_column css=».vc_custom_1502529981371{margin-top: 0px !important;padding-top: 0px !important;padding-right: 35px !important;}» offset=»vc_col-lg-9 vc_col-md-12″][vc_column_text]manzanas caramelizadasEra la época de la cosecha de manzanas, y todas las familias de aquel precioso pueblo llamado “Los Manzanares”, salían juntas con carretas, cestas y sacos a recolectar las brillantes y jugosas frutas, para luego venderlas en la ciudad.

Salían muy temprano en la mañana, pues así lograrían recoger muchas manzanas antes de que el sol les anunciara el mediodía, y podrían regresar a casa a almorzar con alegría.

A lo lejos, mientras bajaban las colinas para llegar al valle, agotados por el gran peso de las manzanas, podían ver los maravillosos árboles de gran verdor, sanos, fuertes y jóvenes.

Una vez en el valle, los niños corrían, las madres cantaban y los hombres con sus anchas espaldas doradas se preparaban para iniciar la tarea.

Manuela, con su vestidito fresco y su delantal floreado, era una de las primeras en comenzar a saltar para alcanzar las manzanas y así llenar su cesta con rapidez.

Corría de un árbol a otro buscando las manzanas más grandes y más rojas, para con cuidado colocarlas en la cesta, pues manzana que se golpeaba, debía ser comida de inmediato, pues al día siguiente estaría dañada, su aspecto no sería el mismo, y nadie querría comprarla.

Todas las manzanas eran fáciles de agarrar, aunque eran brillantes y estaban limpias, se podían sostener con firmeza. Manuela seguía corriendo de un lugar a otro, saltando para agarrar sus manzanas, cuando en uno de sus intentos, tocó una manzana tan resbalosa, que se sentía como si fuera un cristal. Eso llamó su atención, por lo que se detuvo para observarla con cuidado. Entonces pudo ver que su carita estaba reflejada en la manzana como si ésta fuera un espejo.

Contempló las demás manzanas de ese árbol, y comprobó que todas lucían igual.

Caminó hacia el otro lado del árbol, donde las manzanas colgaban más abajo, y al lograr tomar una en sus manos, y al no poder creer lo que veía, decidió morderla.

Entonces con los ojos muy abiertos y gran emoción, Manuela creyó que estaba soñando, pues la manzana era de caramelo. Un caramelo exquisito, suave y tan dulce como los caramelos que su papá a veces les traía de la ciudad.

Manuela corrió y corrió con la manzana en la mano, gritando a todos. Cuando todos fueron a ver la manzana de Manuela, rieron y acariciaron a la dulce niña, pues la manzana que sostenía, era una manzana como cualquier otra.

Todos volvieron a sus trabajos y Manuela caminó pensativa hacia el arbol de donde había tomado la manzana. Se paró enfrente tranquila, caminó a su alrededor, y de pronto volvió a ver las manzanas de caramelo.

Agarró otra, la mordió, y comprobó una vez más, que era de un delicioso y exquisito caramelo. Cuando se dispuso a llamar de nuevo a sus padres y amigos para que vieran las manzanas, escuchó…

– ¡Shhh! Manuela, Manuela, una voz amigable salía del árbol. Manuela lo miró asombrada.

– ¿Si?, contestó.

Manuela, las manzanas de caramelo son sólo para ti, nadie más las puede ver, ni comer, — Le dijo el simpático árbol, mirándola con sus ojitos verdes.

– Y ¿porqué querido árbol?

– Porque aunque tu no lo recuerdas, pues eras muy pequeña, …tu me sembraste un día. Todos pensaron que yo no iba a crecer, y tu me sacaste de la cesta en la que me iban a llevar al basurero, y me sembraste aquí, y además, pusiste unos terrones de azúcar para que eso me ayudara a crecer.

No lo recuerdo, —contestó Manuela.—

Yo jamás lo olvidaré, y como me he convertido en un gran árbol, fuerte y dichoso, te doy este regalo, cada vez que vengas a recoger manzanas, disfrutarás de tus manzanas de caramelo.

– Gracias querido árbol. Te veré cada año y ¿podremos conversar?

– Claro que sí Manuela, y gracias por haberme sembrado.

Manuela metió varias manzanas en sus bolsillos, le dio mucha agua a su querido árbol y lo besó. Cuando el árbol cerró sus ojitos y se durmió, Manuela se reunió con su familia y regresaron juntos a su hogar.

Autor: Theira Añez[/vc_column_text][/vc_column][vc_column el_class=»sidebar» css=».vc_custom_1502529975397{margin-top: 35px !important;margin-bottom: -35px !important;padding-right: 15px !important;padding-left: 15px !important;}» offset=»vc_col-lg-3 vc_col-md-12″][vc_widget_sidebar sidebar_id=»sidebar1″][/vc_column][/vc_row]

Facebooktwitterpinterest

Deja un comentario