Un cazador de aves agarró una perdiz y estaba a punto de matarla. La perdiz seriamente le pidió que le perdonara su vida, diciendo:
–Le suplico, mi amo, que me permita vivir y le atraeré muchas otras perdices como recompensa por su piedad para mí.–
El cazador contestó:
–Pues ahora con menos escrúpulos tomaré su vida, porque usted quiere salvar la suya a costa de engañar a sus amigos y familiares.–
Los traidores a su propia naturaleza, tarde o temprano, siempre son despreciados por quienes les llegan a conocer, sean amigos o enemigos.